La cirugía de cadera es un procedimiento médico diseñado para tratar problemas severos en esta articulación, que pueden incluir desgaste, fracturas o enfermedades degenerativas como la artrosis. Aquí te diremos cuándo es necesaria y en qué consiste.
¿Cuándo es necesaria una cirugía de cadera?
La cirugía de cadera puede ser necesaria en distintas circunstancias, dependiendo de la gravedad de la condición del paciente.
La decisión de operarse requiere una evaluación completa, tomando en cuenta factores como la edad, el nivel de actividad, el estado general de salud y las expectativas de recuperación. Es importante que, antes de optar por una intervención, el paciente conozca todas las opciones disponibles. Entre las causas más comunes que pueden llevar a una cirugía de cadera se encuentra el desgaste severo de la articulación, ya sea por artritis severa, osteoartritis o artritis reumatoide. Estas condiciones suelen generar dolor intenso, rigidez y limitación funcional que no mejora con tratamientos conservadores, lo que afecta gravemente la calidad de vida del paciente.
Cuando se presenta una fractura de cadera, la cirugía es necesaria sin importar la edad o las condiciones físicas del paciente. Dejar una fractura sin estabilizar puede resultar en complicaciones severas, ya que la cadera es crucial para mantener la movilidad y evitar que el paciente quede postrado en cama. En casos de lesiones deportivas, como desgarros del labrum, las personas que practican actividad física intensa o realizan movimientos repetitivos de la cadera pueden necesitar una cirugía artroscópica para reparar el daño.
Algunas personas nacen con deformidades en los huesos de la cadera, como malformaciones o displasias, lo que puede requerir intervención quirúrgica para corregir la forma de la articulación y reducir el dolor. Por otro lado, condiciones como la necrosis avascular, en la que el suministro de sangre a la cabeza del fémur se interrumpe, pueden provocar la muerte del tejido óseo y generar la necesidad de una cirugía.
En casos más raros, como infecciones o tumores en la cadera, también puede ser necesario realizar una cirugía para eliminar el tejido dañado o incluso colocar prótesis. Por último, pacientes con dolor persistente que no mejora con tratamientos conservadores deben ser evaluados para determinar si la cirugía es la mejor opción para aliviar su malestar y mejorar su funcionalidad.
¿En qué consiste una cirugía de cadera?
En la mayoría de los casos, se realiza cuando otros tratamientos conservadores, como la fisioterapia o los medicamentos, no han logrado aliviar el dolor o mejorar la movilidad. El objetivo principal de la cirugía es restaurar la función normal de la cadera y aliviar el dolor que afecta la calidad de vida del paciente.
Existen diferentes tipos de cirugías de cadera, siendo la más común la artroplastia total de cadera, en la que se reemplazan las partes dañadas de la articulación con prótesis hechas de materiales resistentes y duraderos, como el metal o el plástico. En este procedimiento, se retira la cabeza del fémur deteriorada y se sustituye por una bola de metal, mientras que la cavidad del hueso pélvico, conocida como el acetábulo, se reemplaza por una copa artificial. Este tipo de intervención suele recomendarse en pacientes con desgaste severo por artrosis o que han sufrido fracturas complejas.
Otra opción es la osteotomía, en la que se realizan cortes en los huesos para realinear la articulación, una opción común en personas jóvenes con problemas estructurales en la cadera. Además, existe la cirugía mínimamente invasiva, que implica realizar incisiones más pequeñas para reducir el daño a los músculos y los tejidos circundantes, lo que puede favorecer una recuperación más rápida.
En cualquier caso, la decisión de realizar una cirugía de cadera depende del nivel de dolor y la limitación funcional que el paciente esté experimentando, así como de su estado de salud general.
¿Qué pasa si no se hace cirugía de cadera?
Cuando una cirugía de cadera es recomendada, generalmente es porque la condición del paciente ha alcanzado un nivel en el que otros tratamientos no han sido efectivos. Si se decide no proceder con la cirugía, las consecuencias pueden variar según la gravedad del problema. En casos de artritis severa o desgaste avanzado de la articulación, el dolor tiende a empeorar con el tiempo. Este dolor no solo se vuelve más intenso, sino que puede interferir con las actividades diarias del paciente, limitando la movilidad y la capacidad para caminar, levantarse o incluso descansar cómodamente. Las personas pueden encontrarse cada vez más dependientes de analgésicos, lo que a largo plazo podría tener efectos secundarios indeseados.
Además, la rigidez en la articulación se agrava, lo que dificulta los movimientos básicos y puede conducir a una pérdida significativa de la función. A medida que la cadera pierde estabilidad, el cuerpo suele compensar con otros músculos y articulaciones, lo que puede generar dolor en la espalda, las rodillas o las piernas. Esta compensación también puede llevar a un desgaste prematuro de otras articulaciones.
En el caso de fracturas de cadera no tratadas, los riesgos son aún mayores. Las fracturas requieren estabilización para permitir una correcta curación; de lo contrario, el hueso puede no sanar bien, lo que podría resultar en una deformidad o incapacidad permanente. Además, una fractura no tratada aumenta el riesgo de que el paciente quede postrado en cama, lo que puede derivar en complicaciones serias como infecciones, coágulos sanguíneos o debilidad muscular generalizada.
En condiciones como la necrosis avascular, donde el suministro de sangre a la cabeza del fémur se ve comprometido, no realizar la cirugía puede llevar a la muerte del tejido óseo, lo que inevitablemente causa colapso de la articulación, incrementando el dolor y la discapacidad a largo plazo.
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